Cola de gallo by Josep Maria de Sagarra

Cola de gallo by Josep Maria de Sagarra

autor:Josep Maria de Sagarra [Sagarra, Josep Maria de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1959-02-02T00:00:00+00:00


LOS MOSCARDONES

HE dado con un curiosísimo retazo de superficie vegetal, cosido en la vasta y accidentada piel del novillo ibérico, cuyo nombre prefiero callar. La tal preferencia obedece al principio egoísta de que las cosas excelentes no hay que descubrirlas, ni proclamarlas a los cuatro vientos, ni trompetearlas escandalosamente, porque la publicidad atrae la curiosidad del vulgo y se produce la invasión, y entonces la excelencia, al ser hollada, manoseada y compartida por toda clase de paladares, deja de ser excelencia.

Esta contrariedad les ha ocurrido a muchos rincones de mi país, que treinta y cuarenta años atrás eran puros y silenciosos oasis paradisíacos, y hoy, gracias al turismo y a la propaganda, se han convertido en nauseabundos enjambres de «público municipal y espeso», para decirlo poéticamente, a la manera de Rubén.

El lugar que he tenido la suerte de descubrir, movido por un honesto y natural deseo de reposo, debe su frescura climatológica y la limpieza de sus aires al hecho de hallarse escondido entre la fronda de una enorme concentración de coníferas, de unos cuantos miles de hectáreas, que ostenta sus centenarios y maravillosos ejemplares a una considerable altura sobre el nivel del mar.

Además de los pinos, un inmenso parque fabricado con la más desinteresada magnanimidad ha reunido en el lugar más de ochocientas especies vegetales, y para disfrutar de tanto silencio verde la humanidad aquí reunida se ha reducido a un número breve y a una calidad social sensiblemente confortable.

Como además de la contemplación hay que contar con la mesa, con el lecho y demás niñerías necesarias a nuestra condición de bípedos implumes, aquí esto se resuelve con una muy elegante edificación de dos plantas que copia las líneas de un pabellón de caza escocés; esos pabellones que contemplamos en las litografías románticas de 1848, con sus delgadísimos galgos como lombrices y sus agudas y descarnadas yeguas como tiples antojadizas.

Desde mi ventana huelo solamente el perfume de la resina vegetal, y al abandonar la puerta del edificio me encuentro prisionero de la majestad de unos troncos milenarios que admiten muy pocas imágenes y muy poca literatura.

Aquí —y esto parece increíble— se vive sin el espectro del fútbol, de la radio, del cine, de las boleras y de las pintarrajeadas cucarachas del turismo. Sin que falte ningún detalle de los que pide nuestra mal acostumbrada existencia, porque aquí, como en la isla de Baudelaire, hay lujo, calma y voluptuosidad, haciendo un pequeño esfuerzo podemos respirar como respiraba Fray Luis de León, y yo creo que esto, en la época en que vivimos, es más que mucho.

Pero la sorpresa mayor que mi curiosidad ha hallado en este paraje único ha sido la innumerable diversidad de pájaros que habitan su fronda, y la familiaridad y el desenfado con que estos pájaros —no molestados ni perseguidos— comparten su actividad con mi inacción.

En ninguna concentración forestal he visto yo tanta cantidad de picos carpinteros, de los que llevo anotadas cuatro especies distintas; los paros o herrerillos, con cola y sin cola, con bigotes, negros,



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